Premonición

María dormía plácidamente en su habitación. Su respiración, lenta y monótona llenaba la estancia. Pero ella no era consciente de que estaba en su cuarto. Caminaba por la calle, paseando bajo un cielo infinito y brillante. La luz era vibrante, el calor del sol se dejaba notar agradablemente en la cara. Era una mañana estupenda. Pasaba frente a un puesto de flores. Era tan colorido y desprendía aquella olor tan embriagante que no pudo resistir la tentación de parar a comprar unas margaritas. Al acercarse a la tendera, noto que algo raro le pasaba en la boca. Parecía como si fuese de plastilina. Sin embargo, la tendera intento decirle algo que no consiguió entender. María preguntaba, y la tendera se esforzaba por hacerse entender. Balbució algo ininteligible y señalo a la carretera. De repente, un autobús urbano se salió de la carretera y paso por encima del puesto de flores, arrasando cuanto encontraba a su paso. La tendera quedo sepultada bajo el autobús.

María despertó empapada en sudor. El corazón desbocado, tronaba en su pecho. Aun podía ver en su mente la grotesca imagen del brazo morado y sangriento de la tendera, aplastado bajo la rueda del autobús. Respiró profundamente e intentó recuperar la calma.
Se levantó de la cama y caminó en la penumbra hacia el cuarto de baño. Sus pies descalzos dejaban una huella en el suelo que se desvanecía con la siguiente, como por arte de magia. Hacía calor y el ambiente estaba cargado. Encendió la luz del baño y se miró al espejo. Tenía ojeras y estaba pálida como la nieve. Se mojó la cara y el agua fría la reconfortó. Suspiró y dijo en voz alta:
- No pasa nada… venga vete a dormir- su imagen le devolvía una mirada de consuelo. Se sintió mejor. Pensó que mañana sería un gran día. Se acostó y durmió plácidamente el resto de la noche.

Los rayos de sol entraban perezosamente por los huecos de las persianas, proyectando un dibujo tridimensional. Aretha Franklin cantaba “Think” con energía, mientras Jimmy se desperezaba. Pronto se levantaría y le serviría el desayuno. Con un manotazo, María hizo callar a Aretha. Se dio media vuelta y se cubrió la cabeza con la sábana. Jimmy saltó a la cama con un movimiento ágil y elegante y se acercó a María sigilosamente. El colchón apenas se hundía a su paso. Olisqueó el cabello enredado que reposaba sobre la almohada. Saltó por encima de su cabeza y la miró fijamente. María abrió los ojos. Aretha volvía a cantar, pero esta vez le provocó una sonrisa. Se incorporó y miró a Jimmy, que esperaba pacientemente su desayuno, ya en la puerta.

Después de dar de comer a su gato y de ducharse, se dispuso a preparar un desayuno de domingo, de aquellos que acaban a las doce del mediodía. Pero al salir de la ducha, pensó que sería mejor tomar un café y pasar por casa de su hermana. De camino compraría el pan y unos churros, seguro que se alegraría de verla.

Al salir a la calle sintió el aire fresco que le traía el olor del mar. Le encantaba ese olor. Pasó por delante del mercado y vio a la señora Remedios en la parada de Flores, cotilleando con las vecinas, como siempre. Pensó en comprar unas flores a Miriam, su hermana, pero en el último momento cambió de idea y pasó de largo. Sabía perfectamente que comprar flores en esa parada suponía un sacrificio de unos diez minutos de espera si había una "clienta" y otros diez para que la sirviera. No tenía ganas de tener que enfrentarse a preguntas indiscretas.

Cuando tocó el timbre por segunda vez, pensó que quizá era demasiado pronto. Pero después pensó que con un recién nacido en casa, a esa hora ya tendrían que estar despiertos. De repente le sobrevino un calor asfixiante por la garganta y sintió pánico, como un mal presentimiento. Le vino a la mente el recuerdo de la mujer del puesto de flores. Con el dedo a punto de tocar por tercera vez, la voz cálida y suave de Miriam decía:
-¿siii? - María suspiró aliviada.
– Telechurros a domicilio, ¿me abre? - la risa de Miriam estalló en la calle. La puerta se abrió con un sonido metálico. Su hermana la esperaba con un pañal maloliente en la mano.
- ¡Eso es material radioactivo! ¿Así me recibes?
- No seas tan quejica y enséñame la mercancía, ¡si no, no entras! – una risa maliciosa emergió del interior mientras abría la puerta y la apuntaba con el pañal, amenazante.
- ¡Serás cabrona! ¡Quita eso o me voy con los churros y no vuelvo! - Miriam la miró de arriba abajo, con la cabeza ladeada, como perdonándole la vida, y le hizo un gesto para que pasara.
- Anda pasa - decía mientras se encaminaba a la cocina con el pañal relleno.
Miriam solía hacer bromas pesadas, pero desde que era madre se había moderado mucho. En otras circunstancias, le habría tirado el pañal y se hubiesen enzarzado en una pelea. Cuando eran pequeñas estaban siempre peleando, haciéndose la vida imposible. En fin… ¿no era mucho más agradable ahora?
-Te estás ablandado tata- así la llamaba, pues era la pequeña.
-Eso, tu encima provócala que ya verás- Philip habló desde el salón. Su acento escocés era muy marcado, incluso después de tantos años en España.
La visita transcurrió agradablemente, hablando de los pormenores de tener un hijo. Al poco María se despidió. Miriam le insistió para que se quedara a comer, pero le dijo que tenía trabajo. Así que se fue para casa.

Mientras bajaba la calle vio que una multitud se congregaba en la plaza. Conforme se acercaba al tumulto pensaba en qué podía pasar y una sombra empezó a acechar en su cabeza.
No podía ser cierto. Sus ojos estaban viendo una escena que ya había visto antes. Habían flores desparramadas por la acera. La pequeña parada de madera, destrozada, era irreconocible. La señora Remedios, estaba tendida de bruces en el suelo. El brazo izquierdo lo tenía morado. Un hilo de sangre le serpenteaba por la piel hinchada. No quiso ver más. Se apartó, pero alcanzó a oír algunos comentarios.
-Ha sido un coche, la arroyó y se dio a la fuga
-Será hijo de puta…hay que ver
-Pobre mujer
Las piernas le temblaban. El resto del camino lo recorrió como un autómata, sin mirar por donde iba. La vecina, María, que se llamaba como ella, la paró en la portería de su casa.
-¿Estás bien hija? Vaya cara que llevas
-Si si…
Subió a su apartamento sin prestarle más atención.
Los días que siguieron pensó con profundidad en lo sucedido, pero no lo comentó con nadie. La duda siempre le quedó: ¿existe el destino, y si es así se puede descifrar, acaso el futuro es inamovible o se puede cambiar?

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